Los Tres Reyes Magos continuaron su camino y guiados por la Estrella de Belén, buscaron y encontraron al Niño Jesús recién nacido y le adoraron, ofreciéndole: Oro «representando su naturaleza real, como presente conferido a los reyes, el valioso oro aclama a Jesús como Rey de Reyes», Incienso «representando su naturaleza divina, empleado en el culto en los altares de Dios, el aromático incienso aclama a Jesús como Dios» y Mirra «sustancia o perfume utilizado en el embalsamamiento de cadáveres, representando el sufrimiento y muerte futura de Jesús, reconoce a Jesús como hombre mortal».
La leyenda termina contando cómo un ángel se apareció a los tres reyes magos y les advirtió del peligro que corría el Niño Jesús si ellos obedecían el deseo de Herodes. Así pues, no volvieron por el mismo sitio.